martes, junio 07, 2005

Dolor de Mac.

Ser un devoto partidario de la "secta del Mac" nunca ha sido sencillo.

(Navegante) Los productos de Apple siempre se han caracterizado por un diseño y una ingeniería claramente superiores (en especial en lo que respecta a la facilidad de uso), pero a cambio las desventajas tradicionalmente han sido numerosas: precios altos, menor disponibilidad de programas (que además llegaban más tarde), poca flexibilidad técnica... y una gran inestabilidad empresarial.

A ello se han debido algunos vuelcos estratégicos que han causado incontables dolores de cabeza a los sufridos "mackeros" a lo largo de los años. La última de estas piruetas estratégicas acaba de ser anunciada oficialmente: Apple usará chips de Intel.

Aunque parezca arcana, la iniciativa tiene sus consecuencias... indic¡rectas; el legendario "Campo de Suspensión de la Realidad" que emite Steve Jobs tendrá que hacer horas extras. Por tercera vez Apple pide mucho a sus seguidores. ¿Tal vez demasiado?

En el Principio fue el Mac. Y con este ordenador diminuto, completamente integrado, que sólo necesitaba enchufar el cable de la electricidad para ponerse en marcha y que sonreía irresistiblemente al arrancar se hizo la fortuna de Apple. No era su primera máquina, pero sí la que tuvo mayor éxito. Era fácil de usar, era útil, era estético, era "cool"; para trabajar con imágenes era imprescindible. También era caro. Pero ¿qué importaba?

Un par de diferencias clave separaban a la estirpe del Mac de todos los PCs que en el mundo han sido, basados en los modelos pioneros de IBM. El Macintosh usaba microprocesadores Motorola; los PCs utilizaban "chips" Intel (ahora hay más marcas, como AMD), con una arquitectura diferente. Además en los ordenadores de Apple el sistema operativo estaba integrado en el ordenador; era uno con el, a diferencia de las máquinas PC, cuyo sistema operativo lo fabrica una empresa llamada Microsoft.

Los Mac eran, en la práctica, más rápidos y fiables que los PCs. Años antes de Windows los usuarios de Mac ya tenían entornos gráficos sencillos, de fácil uso e incluso cualidades estéticas, en ordenadores que se colgaban (aquel inolvidable icono de la bomba) muy raras veces o nunca.

Los primeros programas de edición gráfica se hicieron para el Mac. En la prensa, la edición, el diseño y buena parte de las universidades (no en España), Apple era el rey.

De ahí el aura ligeramente avanzado y superior de sus ordenadores, que se contagiaba irremisiblemente a sus usuarios: la gente que hacía su trabajo con el ordenador, no trabajaba de informático manteniéndolo.

Luego, aquella misma arrogancia tecnológica, nacida de saber superior su producto, hizo que Apple se negara a licenciar su sistema operativo. De esa forma podía controlar todos los elementos de la interacción entre hardware y software, y asegurarse de que el funcionamiento de sus máquinas fuese siempre idóneo.

De esa forma con procesadores menos potentes ofrecía prestaciones superiores. A cambio, apenas hubo clónicos de Apple (sólo en un breve periodo Apple licenció sus derechos). Y eso marcó la diferencia.

En el mundo del PC las arquitecturas eran abiertas y los sistemas operativos eran de Microsoft, así que cualquiera con acceso a un puñado de piezas podía fabricar ordenadores. Y miles de empresas lo hicieron: sus máquinas eran poco fiables, temperamentales, por completo abiertas a la manipulación y el "hackeo", dadas a "colgarse" sin aviso previo (ni solución, aparte del "Saludo de los Tres Dedos").

Y baratas, muy baratas: los ordenadores, las piezas, el software, todo era enormemente barato. El mundo PC vivía en una continua orgía competitiva de rebaja de precios y aumento de potencia. A la larga, eso decidió la partida. Los ordenadores de Apple quedaron como máquinas para minorías, para estetas, para adeptos. El resto de los mortales usamos PC.

Los auténticos fieles de Mac podían sentirse orgullosos: su marca siempre ha estado en vanguardia del diseño, la innovación y la moda. Tras la confusa etapa que acabó con la partida y posterior regreso de Steve Jobs Apple ha puesto en el mercado los mejores, más originales y más bellos ordenadores.

Y ha castigado seriamente a sus seguidores con continuos bandazos estratégicos. Primero cambió los procesadores, de los Motorola originales a la arquitectura PowerPC de IBM. Lo cual supuso un serio aumento de potencia, algunos ligeros problemas para los usuarios finales y muchos quebraderos de cabeza para los desarrolladores y otros profesionales de la plataforma, que tuvieron que reescribir buena parte de sus programas. Luego vino el cambio de sistema operativo, al nuevo OS X basado en Unix. Otra dolorosa transición, otra vez especialmente dañina para los desarrolladores, apenas concluida. El cambio a la arquitectura Intel significará que esos mismos desarrolladores deberán empezar de nuevo desde cero. Reescribir, por tercera vez, sus librerías y aplicaciones. Readaptarse.

Y lo peor: no está muy claro para qué. Steve Jobs no ha conseguido cubrir del todo la transición con ese famoso "Campo de Suspensión de la Realidad" que le achacan sus enemigos, ese que le permite ser un vendedor excepcional.

Las dudas se agolpan en las mentes de los fieles. Nadie entiende del todo la razón, el por qué. Hay quien insinúa incluso que pudiera tener que ver con futuros problemas de copyright en la versión vídeo de iTunes. El caso es que las ventajas no están claras, pero los inconvenientes acechan. Y es la tercera vez; los fieles están cansados. Tal vez demasiado cansados para seguir.

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